Quintun

1/3/12

del dónde vengo y del adónde voy

¿Por qué quiero saber de dónde vengo y adónde voy, de dónde viene y adónde va lo que me rodea, y qué significa todo esto? Porque no quiero morirme del todo, y quiero saber si he de morirme o no definitivamente. Y si no muero, ¿qué será de mí?; y si muero, ya nada tiene sentido. Y hay tres soluciones: a) o sé que me muero del todo y entonces la desesperación irremediable, o b) sé que no muero del todo, y entonces la resignación, o c) no puedo saber ni una cosa ni otra cosa, y entonces la resignación en la desesperación o esta en aquella, una resignación desesperada, o una desesperación resignada, y la lucha.
«Lo mejor es -dirá algún lector- dejarse de lo que no se puede conocer.» ¿Es ello posible? En su hermosísimo poema El sabio antiguo (The ancient sage), decía Tennyson: «No puedes probar lo inefable (The Name less), ¡oh hijo mío, ni puedes probar el mundo en que te mueves; no puedes probar que eres cuerpo sólo, ni puedes probar que eres sólo espíritu, ni que eres ambos en uno; no puedes probar que eres inmortal, ni tampoco que eres mortal; sí, hijo mío, no puedes probar que yo, que contigo hablo, no eres tú que hablas contigo mismo, porque nada digno de probarse puede ser probado ni des-probado, por lo cual sé prudente, agárrate siempre a la parte más soleada de la duda y trepa a la Fe allende las formas de la Fe!» Sí, acaso, como dice el sabio, nada digno de probarse puede ser probado ni des-probado:

for nothing worthy proving can be proven,
nor yet disproven;


Del Sentimiento Trágico de la Vida - Miguel de Unamuno

29/2/12

Poema para un Día Cercano

Tú estarás lejos.

Yo dejaré la vida
como una pena olvidada
que se abandona para
proseguir el camino,
y emprenderé la muerte.

Detrás de mí, siguiéndome,
irán todas las cosas
queridas,
el silencio que nos uniera,
el arduo amor que nunca pudo vencer el tiempo,
el roce de tus manos,
las tardes junto al mar,
tus palabras.

Si donde estés tú oyes
que alguna voz te nombra,
seré yo que en el viaje
te recuerdo.

Gonzalo Osses Vilches

12/2/12

Ésta es mi Casa

Ésta es mi casa
No cabe duda. Ésta es mi casa
aquí sucedo, aquí
me engaño inmensamente.
Ésta es mi casa detenida en el tiempo.

Llega el otoño y me defiende,
la primavera y me condena.
Tengo millones de huéspedes
que ríen y comen,
copulan y duermen,
juegan y piensan,
millones de huéspedes que se aburren
y tienen pesadillas y ataques de nervios.

No cabe duda. Ésta es mi casa.
Todos los perros y campanarios
pasan frente a ella.
Pero a mi casa la azotan los rayos
y un día se va a partir en dos.

Y yo no sabré dónde guarecerme
porque todas las puertas dan afuera del mundo


Mario Benedetti

26/1/12

Amor: en la mañana

Hace días hablando con amigos me preguntan cuál es la hora que más me acomoda para sexiar. Antes, ellos habías divagado en –para mi- obtusos y mal pensados momentos: que en el auto, en el sillón después de una película, en la noche, y siutiquerías como al atardecer en la playa o fetiches públicos o que involucran dormitorios ajenos. Todas respuestas del simple gusto irreflexivo porque como escuché sabiamente decir: “que te guste es no preguntarse nada, es quedarse en la relación entre una sensibilidad, que es que te guste, y una afección, que es que te gusta porque te gusta"
La razón es que no hay mejor horario que la mañana. En la noche es absurdo, es forzado, es propio del sexo y no de su yuxtaposición de hacer el amor que es tan bien ponderado hoy por hoy. Es entonces, dicho en buen chileno, practicado de puro caliente. En la noche uno esta generalmente agotado, hace poco ha comido, viene de un largo día y al recostar tu cabeza ante cualquier objeto suave, como por ejemplo la cama a la hora de fornicar, dan ganas obvias de descansar. Es una especie de obligación la que te hace resistir ese aletargamiento lógico en pos de consumar el acto, y una obligación, aunque sea por el placer mismo o por el del otro en frente, es obligación y como tal, a menudo, prescindirá de cariño o amor.
Y la mañana es buena en todo el año. En esta época veraniega el escenario nocturno es aun mas desalentador, después de follar, quiéralo o no, el cuerpo suda como después de un trote y pretender dormir luego de eso, por mas cansado que se este, es cosa difícil –hablo por mi- y si vienes acostumbrado a dormir solo, hacerlo con un scaldasonno al lado en pleno verano no mejorara la situación.
En la mañana todo mejora, el cuerpo ya ha descansado apropiadamente luego de una noche apacible, sin sobresaltos ni sobre exigencias físicas. Acostarse en invierno haciendo cucharita y en verano en tu espacio justo sin revoltijos. Entonces despierto y me levanto al baño, mientras meo recuerdo la conversación de la noche, esa intima, a ratos chistosa, de dos cómplices compartiendo a centímetros de distancia; me lavo los dientes y vuelvo fresco a dar ese apasionado beso que, contrario a lo que todos creen, no es desagradable dar sin la higiene del besado, si no que recibes de vuelta un beso cálido aplacando en sus labios y lenguas el sabor a menta fuerte del dentífrico que a su ves contagia su boca de suave dulzura.
No creo que haya durante el día ojos más bellos que al despertar, un brillo cautivador y una que otra lagaña para dar paso a las carias bien humoradas.
Y luego del tan excitante ejercicio matutino, recién ahora y sin gastar tanta agua, acicalarse en pareja en una ducha corta.

18/12/11

En modo defensivo

¿Se recuerdan de antes? Antes que sufrieran por primera vez de amor, que un amigo los traicionara, que les robaran, que el mundo adulto los defraudara, antes de conocer el valor de las cosas, antes que reflexionaran, antes que paranormalmente les arrebataran su inocencia, ese motor que hoy nos resultaría imposible replicar a la usanza de antaño.

Pensaba en ese pasado el otro día y me horrorizaba al darme cuenta como las experiencias de vida que tanto valoramos, esas que nos mostraron el mundo tal como es, tiraron por la borda algo así como nuestra esencia.

Creo que fue al comenzar nuestra relación con otros cuando este desplome comenzó, cuando cruzamos el dintel de la puerta y salimos a jugar con el vecino o cuando los primos en vacaciones nos hicieron una broma y ahí, mientras conocíamos el mundo e interactuábamos con él, fue cuando nos sentimos heridos por vez primera, decepcionados, sufrimos, lloramos y pensamos oh no, esto es muy difícil de soportar, no sobreviviré, no sé como enfrentarlo, no quiero volver a pasar por esto, no quiero que se repita. Nos refugiamos tras el aprender a actuar en el momento justo, aprendimos a esperar, a leer las señales, a aguardar por la reciprocidad del otro, nos hicimos aliado de lo esperable y lo proporcional a la hora de actuar, frases como no hagas al otro lo que no te gustaría que te hicieran se grabaron a fuego. Cometer errores duele, frustra, es imperdonable entonces aprendimos a no cometerlo mediantes cualquier artilugio y no volvimos a decir un te amo tan rápido, esperaremos un tiempo, observaremos a la otra persona, escucharemos consejos. No llamamos amigo a alguien a buenas y primeras porque la vez que lo hicimos terminamos arrepintiéndonos y eso, eso no nos puede volver a pasar. No le contaremos un secreto a no ser que, no prestaremos dinero si es que, no regalaremos algo sólo porque sí, no defenderemos al otro porque ese mismo nos condenará después, y así suma y sigue.
Y miro a los niños, a conocidos más chicos, a mis sobrinos recién partiendo, llenos de esos gestos cargados de inocencia, aun no son aplastados por el pulgar o el inconsciente humano. Lo terribles es que nuestros pares y nuestras malas experiencias con ellos nos han vuelto así: adaptados. Lo otro terrible es que nosotros, también como pares, estamos adaptando con nuestras respuestas a otros sin siquiera tenerlo presente muchas veces. Contribuimos a que formen muros, cambien actitudes, creen recelos.

Yo buscaba los charcos de agua para chapotear, hoy, si de casualidad piso uno, soy motivo de risas y me siento torpe de no haberlo visto.

No hablo a nivel de la enseñanza, de esos cambios que a todos nos ha servido para no ser tan brutos, si no de aquella inocencia que de pronto perdimos, que cambiamos por arrugas duras como caparazón de tortuga.