Quintun

9/10/10

Dejemos el pan para la próxima

Siempre he creído que lo único capaz de movilizar verdaderamente al ser humano, de motu propio: son sus pasiones, sus placeres. Alguien que encuentra placer en las drogas hará lo que sea para conseguirla, por sexo se puede cruzar una ciudad entera y por amor atravesar continentes, por ver al equipo de futbol, por dinero y por comida se deja de todo de lado. Las prioridades cambian y aquello deseado se vuelve el motor y piloto de cuerpo y mente.
Ayer en la tarde mientras mi mente repetía un agobiante y, a esas horas, ya irritante debieses aprovechar para leer, cansado y con un sueño que me hacia cabecear, me vino el hambre pero acompañada con un apéndice: ganas de comer pan con queso. Y hacía el preámbulo de los placeres porque dentro de la innumerable y a momentos indecible lista de mis placeres, el pan con queso ocupa un sitial honorable. Un buen pan de marraqueta crujiente, ojalá llegando a la mesa caliente desde la panadería misma, aun humeante romperlo y depositar dentro una, o mejor dos, láminas de ese queso amarillo… En eso pensaba ayer en la tarde cuando me vi ya cambiado de ropa bajando por el ascensor con la imagen de mi sándwich de queso entre ceja y ceja.
Ya llegaba a comprar cuando a lo lejos y entre la exorbitante masa de gente que cruzaba, como yo, la esquina de Julio Vildósola y Américo Vespucio, vi a un grupo de señoritas universitarias de muy buen parecer (aunque sea por medio de recursos exornados y vetustos, subiré el nivel a lo que escribo, para no quedar de vano y superficial con mi amor al pan con queso)
Decía que vi a estas pelanduscas más ricas que el pan con queso y, cuando miraba ya con la cabeza girada como se me perdían entre la gente, me detiene una señora, de no tan buen parecer, hay que decirlo, pero de un carisma que ya se lo quisieran muchas. Unos minutitos para responderle una encuesta fue lo que me pidió y luego comenzó a hacerme una ronda de preguntas dicotómicas de sí y no. Recuerdo que a nada de lo que me pregunto le respondí a favor. No estaba de acuerdo con el gobierno, no me parecía correcta la educción, ni la salud, encontraba insuficiente las políticas en pos del bienestar ciudadano, el cobre los mapuches y los mineros me parecían temas horriblemente mal manejados y así.
Cuando ya terminó y a modo de despedida le dije esta fea la cosa no cree? Y girándose frente a mi dijo: creo que las personas están mal, creo que la gente está mal, creo que los intereses están trastocados, que en algún momento perdimos el rumbo de lo que debemos ser como sociedad, de lo que nos hace bien y lo que nos hace mal, dejamos de ser empáticos, dejamos de ser humanos, hablamos de tasas de interés y economía y no de la sociedad ni como hacerla mejor de cómo hacernos mejores, nos comenzaron a movilizar otras cosas y nos dejamos seducir por placeres que no nos llevan a ningún lugar.

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El amor con otros demonios

Entonces por ahí por quinto año fue que descubrió que no sólo por el hecho de querer algo lo vas a tener.
Comencé a querer cosas fuera de lo material, fuera de ese regalo que por más inalcanzable que pareciera y poco merecido que fuera terminaba saliendo de entre los papeles navideños.
Como a los diez descubrí que habían cosas que el dinero no podía comprar. No era sólo decir papá o mamá quiero esto, existían cosas, un mundo fuera de ellos.
Había algo que él podía tener y yo no. Por qué. Ya no había que luchar sólo con espadas, ya no sólo bastaba con meter el gol, había una cosa, unas ganas una atracción un interés deseo sentimiento querer por alguien.
Sí, más o menos por ahí fue cuando descubrí lo que era el amor. Qué lindo no?, aun que también con eso me sumergí en un mundo que traía, cual remedio con sus advertencias: envidia, duda, inseguridad, soledad, frialdad, temor, rencor, celos, desprecio, angustia, pena. Antes sólo dolían las caídas en bicicletas. Antes nada importaba o lo que importaba ya no importa y no hay que darle importancia.

aun?

Había pasado poco más de un año desde el cementerio, 377 días la verdad.
Él, con la soga al cuello, piensa en lo maravilloso que había sido ese año, sus experiencias, las nuevas personas que había conocido, lo que había aprendido y lo mucho que había cambiado su forma de ver las cosas. También piensa en ese día en el campo santo –como le decía su abuela.
Ahora él está en el balcón, brazos cruzados sobre el barandal, abstraído mirando la puesta de sol, pensando, pensando en aquel muelle que visito junto a ella.
Ahora él está en el mulle, no sé cómo llegó ahí, está soñando? no lo sé, recordando? no lo parece.
Ella corre donde él y lo interroga, quizá con esperanza, quizá sólo es morbo o pura curiosidad.
- Si me gustas aun? Claro, me gustaste… me gustas, tú sabes, es decir, si creo vivir en un presente constante eh… entonces si me gustaron cosas de ti: tu forma de ser, de hablar, de reír, pensar, actuar, besar. Si me enamore de ti, si me gustaste claro que puedes gustarme ahora. Y lo que no me gustaba ya lo olvide. Créeme. Todo amor es eterno y si acaba, no era amor dijo alguien por ahí, y si donde hay amor hay vida siempre se puede crear algo a partir sólo de ese sentimiento. La pregunta es qué crees tu?
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